viernes, octubre 17, 2014

Ayotzinapa duele

Julio César Mondragón con su esposa e hijo .foto publicada por Milenio


México duele. Guerrero duele. Iguala de la Independencia duele. Ayotzinapa -el pueblo sede de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos- duele. La vida perdida de tres estudiantes normalistas el 26 de septiembre de 2014 duele. Duele la desaparción de cuarenta y tres estudiantes normalistas detenidos por la policía de Iguala la noche triste del 26 al 27 de septiembre. ¿Dónde están?

El colectivo Ojo Ambulante de jóvenes de San Luís Potosí colocó en el portal de You Tube un vídeo con la secuencia fotográfica de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos. En off se alternan voces de jóvenes que dan voz a Julio César Mondragón, asesinado y desollado por la policía criminal y sus cómplices que le arrebataron la vida. Esa voz -esas voces- nos dicen:



  Estoy tirado en el suelo. Se nota donde enterraron el cuchillo y me cortaron la cara. Se me ven los dientes. En vez de rostro hay carne expuesta y te atormentan dos huecos donde deberían de estar mis ojos.
Mis compañeros me estuvieron buscando y me encontraron convertido en símbolo. Quisieron arrebatarme de los míos, robarles la memoria para matarme, para borrarme y desaparecerme ahora sí y para siempre. Quisieron convertirme en su crimen, su amenaza, su muñeco de espantajo y amedrento, pero yo vivo.
Vivo cuando mi madre llora y susurra mi nombre con la voz entrecortada. Vivo en el funeral repleto de amigos y amados, multitud doliente que con su mera presencia refuta el terror y declara que entre ellos vivió alguien, un joven que conocieron y al que veían y querían ver, un ser que sigue siendo querido en su dolor, en su cariño y en sus recuerdos. No el crimen atroz en que quisieron convertirme.
Vivo en una lagrima de rabia, en un puño alzado, en un paso firme que marcha sobre el enemigo. Vivo en tu resistencia. Vivo en tu protesta. En tu compromiso y en tu esfuerzo. Júrame que no te rindes, ¡pero júramelo a los ojos! Mira la carne y la sangre y los huesos en que me dejaron, y ve la mirada fija de quien una vez fui. Estudiante. Normalista. Hermano.
No me olvides, porque si me olvidas ellos ganan. Si me confundes con eso que dejaron en el suelo sólo seré un torturado más y eso mismo quieren ellos. Ellos que me esperaron, que me buscaron, que me persiguieron y me ultrajaron para que dejara de ser humano, pero que no pudieron. Ellos que sirven a la muerte y aplastan la inocencia y la confianza del pueblo pobre para que se calle, para que aguante, para que se deje matar; pero que no pudieron.
Porque el rostro que se llevaron es mío, pero la carne que dejaron es de todos, y estos huesos también son tuyos y estos ojos también te faltan. Mi gente me llora y mi pueblo hoy se esconde, pero cuando salga a reconquistar las calles no podrá, por más que intente, ya no podrá ser un pueblo inocente. No será un pueblo que confía. Será fuego, luz, estruendo y viento. Será el ejercito redentor, el huracán que arrasa los escombros para que venga el futuro. Será la muerte alada y justiciera que sostiene la razón y empuña despiadada las armas para imponerla. Mi pueblo será el implacable regreso de la justicia y de la historia.
No podemos aceptar que éste y todos los crímenes contra los pobres de México sigan impunes.

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