sábado, octubre 29, 2011

Ulises criollo

Vida del autor contada por el mismo

Estatua de José Vasconcelos
en el edificio de la Secretaría de Educación Pública

Desde que inicia la memoria, a fines del siglo XIX, hasta que es asesinado el Presidente Francisco I. Madero, al inicio de la segunda década del siglo XX, es el marco de referencia en el cual el autor nos comparte lo que vivió y vio en esos años, los primeros treinta y tres de su intensa vida. Testigo y actor de hechos trascendentes de la vida nacional. El autor agrega sus reflexiones a lo vivido y visto. Es el primer tomo de las memorias de José Vasconcelos. El creador del lema “Por mi raza hablará el espíritu”, lema de la Universidad Nacional.

Evocar el nacimiento es el principio. Ser una extensión que se desprende de la madre. Iniciar en la vida de manera independiente, anatómicamente. Sobre ello escribe el autor en las primeras líneas de su extenso tomo. La infancia sobre el lomo de un asno. La salida de su natal Oaxaca a la frontera sur y luego al otro lado del país, a la frontera norte. Del Sasabe a Piedras Negras. De la escuela inicial en Eagle Pass al Instituto toluqueño y luego al campechano. La llegada a la capital. La preparatoria en San Ildefonso y la Escuela de Jurisprudencia en el centro histórico. Leer y leer. Pensar y reflexionar. Ir creando en el pensamiento las ideas propias. Es la vida inicial de Vasconcelos.

La filosofía para el pensamiento y la acción en la política, ese fue el derrotero del joven Vasconcelos. El abogado que recorre la provincia. Durango y Zacatecas, lo mismo que el Istmo de Oaxaca van mostrando al incipiente abogado su propio país, del que conoció en la infancia sus fronteras. Está cargado de emoción el recuerdo de una caminata en su ciudad natal, además de un lenguaje especialmente rico e intenso.

Francisco I. Madero lo visita en su despacho de abogado. Inician una amistad y comparten el anhelo de dar fin a la larga dictadura de Porfirio Díaz y construir un país democrático. Vasconcelos utiliza su arma, única y favorita: la palabra. Crea un periódico. Por lo que escribe es perseguido y sale a su primer exilio. Nueva York es su refugio temporal, donde se gana la vida de traductor. Sigue leyendo, para ello cuenta con los acervos de las bibliotecas públicas. Regresa y sigue trabajando de abogado. Nuevamente al exilio. Las circunstancias lo hacen ser el representante de la Revolución Maderista en Washington. Después de los Acuerdos de Ciudad Juárez regresa, con los maderistas triunfantes. Vuelve a su despacho de abogado.

Participa activamente en la preparación de la elección de Madero. Su militancia lo lleva a la Vicepresidencia del Partido de los maderistas. Triunfan. Él sigue en su despacho de abogado. Al asumir la Presidencia Madero, él sigue trabajando de abogado. Es un ciudadano. Atendiendo asuntos de su despacho de abogado en el puerto de Tampico se entera de la sublevación de un grupo de militares en contra del gobierno electo. Regresa a la capital y acude al Palacio Nacional a conocer directamente de Madero cuál es la situación. Le advierte lo que muchos saben, que se fragua una traición y entre los protagonistas de ésta está Victoriano Huerta. En presencia del general golpista, Vasconcelos sostiene su dicho y Madero lo deja en su puesto de responsable militar de la plaza y encargado de combatir a los sublevados que se refugian en la Ciudadela. Finalmente la traición se impone y el Presidente Madero y el Vicepresidente Pino Suárez son asesinados. Y en ese sangriento capítulo de la historia de México concluye este primer tomo de memorias.

Vasconcelos fue apegado a su familia. En su casa de la capital residieron sus hermanas hasta que dos de ellas decidieron ingresar a conventos. Llora, literalmente, la prematura muerte de su hermano menor Carlos. Pocas veces se refiere a su esposa, de sus hijos se refiere con gran amor. Describe su relación extramarital refiriéndose a su pareja como Adriana –la creadora de la Cruz Blanca para atender a los heridos de la guerra, Elena Arizmendi Mejía, nieta del General liberal juarista Ignacio Mejía-, los une su origen oaxaqueño, pero sobre todo su intenso y apasionado amor. Más capítulos de su vida están en sus libros La tormenta, El desastre y El proconsulado.

José Vasconcelos cuenta su vida como en un dialogo con sus amigos. En algunas partes ese dialogo es consigo mismo. Son ejercicios de introspección. Su gran cultura la fue forjando desde la infancia y la acrecentaba cada día.

Este ejemplar es de la editorial original. Hace más de tres décadas leí José Vasconcelos y la cruzada de 1929 de John Skirius (1978) y una edición de Ulises Criollo (1979). La relectura de esta obra me ha permitido comprender de mejor forma cómo fue la vida en México en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX, y cómo se luchó por el poder para su transformación. Y mucho queda pendiente aún.





Título: Ulises criollo
Autor: José Vasconcelos
Editorial: Botas
Edición: Octava, 1937.

miércoles, octubre 19, 2011

Hidalgo

Antorcha de eternidad



Un niño que nació en una hacienda novohispana en la región del bajío. Un adolecente que estudió en el Colegio de San Nicolás en la antigua Valladolid. Un joven que se graduó de Bachiller en la Real y Pontificia Universidad de México. Un individuo culto que fue catedrático y luego rector de su propio Colegio. Sacado de ahí por sus ideas para ser enviado como párroco. Un párroco que enseña a sus feligreses el cultivo de la vid, la cría del gusano de seda, alfarería y otros oficios. Que funda con ellos talleres de herrería y otras artesanías. Un cura que convive y bebe con quienes acuden a sus misas y el acude a sus casas. Un cura que sigue leyendo y se entera de la Revolución Francesa y lee a los enciclopedistas. Y nutre su pensamiento de esas ideas. Un sacerdote que en tu tiempo libre traduce a escritores franceses y sus obras de teatro son puestas en escena por los más avezados de su feligresía. Un cura que no cumplió el celibato  y tuvo hijos con dos mujeres distintas. Esa es la historia contada en este libro biográfico de Miguel Hidalgo y Costilla por Melchor Sánchez Jiménez y que en 1956 obtuvo el premio El Nacional que otorgaba el diario editado originalmente por el Partido Nacional Revolucionario.

Ese sacerdote, además de convivir con su feligresía, se hacía amigo de algunos militares y hacendados criollos. Con algunos de ellos conspiró para liberar a la llamada Nueva España del imperio español. Un grupo de treinta de sus adeptos, junto con él, se congregaron en donde residía la madrugada del 16 de septiembre de 1810. Se asignaron comisiones para liberar a los presos y llamar a la población a congregarse frente a la parroquia de Dolores –en el actual estado de Guanajuato-. Era domingo y habría misa por la mañana. Antes del amanecer y frente a un grupo ya más nutrido de alfareros, herreros, campesinos y artesanos, acompañado de algunos militares criollos, dio el Grito para iniciar la Guerra de Independencia. Es el hito que marca el surgimiento de la nación mexicana.

E inició la guerra. El incipiente ejército de varias centenas fue engrosándose. Avanzó a San Miguel. Se sumaron más y fueron miles. Avanzó ese ejército improvisado a la capital provincial. Tomó a sangre y fuego Guanajuato. Se hizo una masacre y saqueo por la falta de control sobre los rebeldes. Se estableció un gobierno independentista. Se marchó hacia Valladolid –hoy Morelia-, luego al Valle de México. Antes de llegar se derrotó al ejército realista en el Monte de las Cruces, con esa victoria se estuvo a las puertas de la capital virreinal. Se reflexionó y se regresó hacia el norte. Otras capitales provinciales fueron cayendo en poder del ejército insurgente. En tanto, la jerarquía de la iglesia católica excomulgo a Miguel Hidalgo.

Vino la traición. Ésta se consumó después de salir de Monclova con intenciones de llegar a Estados Unidos. En las Norias de Bajan fueron hechos prisioneros los principales insurgentes, Hidalgo entre ellos. Algunos fueron muertos en la celada de captura, otros fusilados enseguida y los principales llevados a Chihuahua para someterlos a un juicio que ya tenía sentencia de antemano, ésta dictada por el virrey de la Nueva España. Hidalgo y sus compañeros de lucha fueron fusilados. Al amanecer del 30 de julio de 1811 Hidalgo fue fusilado por un pelotón que tuvo que disparar en tres ocasiones, la última directamente al pecho y corazón del mártir.

Su cabeza fue cercenada de tajo, dice el relato que por un indio tarahumara. Igual suerte corrieron sus compañeros de lucha: Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez. Sus cabezas conservadas en sal fueron trasladadas a Guanajuato y ahí exhibidas en el exterior de la Alhóndiga de Granaditas, donde permanecieron hasta seis meses antes del fin de la Guerra de Independencia. En 1823, siendo presidente Vicente Guerrero –Consumador de la Independencia-, los restos de los cuatro decapitados en Chihuahua y de los mártires fusilados en otras ciudades en la larga guerra fueron traídos a la capital de la República y conservados en la Catedral. De ahí fueron llevados el 16 de septiembre de 1910, un siglo después de iniciada su hazaña a la Columna de la Independencia, erigida en conmemoración de esos primeros cien años. Y ahí están, con la salvedad de haber sido sacados de ahí esos restos el año pasado -2010- por el actual gobierno usurpador y llevados transitoriamente a una exposición a Palacio Nacional y luego retornados.

Además de la muerte por fusilamiento, la separación de la cabeza del cuerpo fue la pena impuesta por el tribunal del virreinato novohispano en el inicio de la segunda década del siglo XIX a los insurgentes.

Doscientos años después las bandas criminales que asolan a varias regiones de México, asesinan a sus rivales y cercenan sus cabezas, aparecen por un lado unas y por otro los cuerpos. Los asesinados de los tiempos actuales que han corrido esa suerte no son para nada comparables con los héroes de la Independencia. Sin embargo el método que se utiliza contra ellos nos recuerda y hace imaginar cómo era la vida y la muerte en el siglo XIX.

Miguel Hidalgo, al frente de un reducido grupo de valientes y generosos inició una de las mayores gestas libertarias del mundo. México fue conformándose a partir de esa Guerra de Independencia que inició él. En su vida fue indómito. Al morir fusilado entró en la inmortalidad al panteón de la Patria. Y ahí permanece.


Título: Hidalgo
Autor: Melchor Sánchez Jiménez
Editorial: El Nacional, Revista Mexicana de Cultura
Edición: Primera, 1956.

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domingo, octubre 16, 2011

Miguel Ángel Granados Chapa


La lectura de la noticia analizada y la critica ha sido posible en nuestro país gracias a la pluma de Miguel Ángel Granados Chapa, quien el pasado viernes de despidió de los lectores de su columna Plaza Pública. De sus libros destaca Zócalo rojo, una crónica de la campaña presidencial de la izquierda mexicana de 1982. No se atuvo sólo al análisis de los hechos, como ciudadano participó como consejero electoral de 1994 1996 y fue candidato a gobernador de su natal estado de Hidalgo en 1999. Hoy partió para siempre. Descanse en paz.

martes, octubre 11, 2011

Memoria

1933 – 1966



Potrero, Córdoba, en el estado de Veracruz y la ciudad de México merecen capítulos completos en estas memorias de Sergio Pitol. “Abridor de fronteras” lo llamó el poeta colombiano Darío Jaramillo en la charla de amigos que tuvieron en el marco de Hay Festival el último domingo en esta ciudad, donde reside el autor de esta Autobiografía precoz, como fue su título original en 1967. Los otros dos capítulos se refieren a sus viajes y a sus primeros trabajos.

Es verdaderamente apreciable la lectura de este libro. Su autor, nacido en el año 33 del siglo XX, comparte sus vivencias de sus primeros 33 años. La infancia en las inmediaciones del ingenio el Potrero, la continuación de su niñez y adolescencia en la pequeña ciudad de Córdoba. El recuerdo de sus ancestros que llegaron de Italia hacia el final del siglo XIX. El mundo dentro de las instalaciones del ingenio, donde residió al cuidado de su abuela, al quedar huérfano. Las primeras lecturas. El aprovechamiento del acervo de la biblioteca de Jorge Cuesta en Córdoba. Lecturas y más lecturas. Hicieron del niño y púber Pitol un gran conocedor de la literatura. Ese conocimiento no le valió para aprobar la materia de literatura universal de la preparatoria. Cosas de la vida. Evoca de su infancia sus visitas a Huatusco y la Colonia Manuel González –en el municipio de Centla- donde residen los descendientes de los italianos llegados de Europa a finales del siglo XIX.

El joven Pitol se va de la provincia veracruzana a la capital. Vive intensamente en el centro histórico de la ciudad de México. Estudia en la Facultad de Jurisprudencia. Aprende Teoría del Estado de su maestro sevillano Manuel Pedroso, exiliado de la República Española. También toma clases en la Escuela de Ciencias Políticas y Sociales y acude a la Facultad de Filosofía y Letras. Conoce a su entrañable amigo Carlos Monsiváis. Él, su gran amigo, es quien lo convence de escribir. Así llega a su primer cuento Victorio Ferri cuenta un cuento. Así inicia en la literatura.

Comparte sus vivencias de viaje. En barco a La Habana y Venezuela. Una de sus primeras vivencias políticas fue en La Habana. En la escalinata de acceso a la Universidad presencia, sin tenerlo previsto, el luto estudiantil por la muerte de uno de sus líderes y la represión del gobierno tirano de Fulgencio Batista. En Venezuela, gobernada a mediados del siglo XX por Marcos Pérez Jiménez, pasa una breve temporada en que escribe poesía, alojado en la residencia de una familia mexicana.

Trabaja en Pekín como traductor. Presencia el desencuentro de la URSS –Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, ya extinta- y China y el inicio de la llamada Revolución Cultural. Sale de China. Vive en Europa Oriental.

Este libro lo escribió en Varsovia y formó parte de la serie Nuevos Escritores Mexicanos del siglo XX. El último domingo, después del homenaje que le hicieron sus amigos en el Hay Festival, firmó ejemplares de sus libros. Me obsequió su autógrafo en el ejemplar que he leído. Brevemente le comenté que en el homenaje de sus amigos escritores quedó pendiente el homenaje al ciudadano Sergio Pitol. Que tenía presente su intervención del domingo 16 de julio de 2006 en el Zócalo dela ciudad de México, junto con su amigo Carlos Monsiváis, quien leyó el texto de ambos, en defensa de nuestros votos. Seguimos, dijimos. El país de Sergio Pitol, el país de todos los mexicanos merece un mejor destino.


Título: Memoria
Autor: Sergio Pitol
Editorial: Era
Edición: Primera edición en biblioteca Era, septiembre de 2011.




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